jueves, 23 de enero de 2014

Variando el clásico "carrot cake"



Sé que algunas (y algunos...) pensaréis que no es el momento más oportuno para poner la receta de un pastel. Pero como se dice siempre en casa: el secreto está en saber moderarse y así poder disfrutar de todo. 
Lo bueno de los pasteles es que te "obligan" a compartir. y así disfrutar de la compañía. Tal y como me dijo una vez mi amiga Ileana: "cuantos más limones, más limonada". 

Lo malo... ¡No! hoy no quiero hablar de lo malo. ¡Fuera bicho!

La cuestión es que el otro día sobró un trozo de piña en casa y mi cerebro funciona así:

- Veo el trozo de piña en la nevera
- Pienso en aquella receta del libro "Boutique Baking" de Peggy Porschen que introducía piña al clásico pastel de zanahoria
- Tengo toda la mañana libre para mi solita en casa... Vamos a experimentar... (uy... esto me recuerda demasiado a los terribles experimentos de mi niño de 4 años... sólo que yo ya controlo más)
- ¿Y si me voy al gimnasio?... no, ya iré por la tarde
- Voy a ver los ingredientes... tengo de casi todo y lo que no lo sustituyo (ej. aceite de oliva por aceite de girasol)

Y me pongo en ello rápido, rápido, rápido... porque si pienso todo serán frenos, pereza, etc.

Resultado... curioso. La piña que utiliza Peggy Porschen es de esas de bote y como todos sabemos tiene menos sabor (de hecho a mí no me sabe a piña). Yo trituré la piña en vez de cortarla en trocitos, lo que me ha hecho tener un resultado más húmedo - que me gusta - .  
En cualquier caso este es un pastel que gustará más a aquellos más amantes de ese toque de piña.... Para mi no supera al clásico, pero hay que variar y probar... también para autoconocerse, porque seguro que a muchas personas les gusta más este sabor.


Bueno, comparto la receta (paso la original de Peggy Porschen, con mis modificaciones pero podéis probar mejor su versión):


Ingredientes:

140 ml de aceite vegetal (yo usé de oliva porque es lo que tenía, pero ya sabemos que le da un sabor más fuerte)
200 g de azúcar morena clara mascabada (como aquí no es fácil de encontrar, mejor sustituir por integral normal)
2 huevos pequeñitos
80 gr de nueces (tostadas y machacadas)
320 gr de zanahorias ralladas (unas 6 medianas)
280 g de piña de lata, escurrida y partida en trocitos (yo aquí trituré como 200 g de piña natural)
290 g de harina normal
3/4 de cuchara (medida estándar) de bicarbonato
3/4 de cuchara de levadura
3/4 cuchara de canela
Una pizca de sal
Semillas de una vaina de vainilla (o echar una cucharada de vainilla líquida)

Elaboración:

Batimos el azúcar con el aceite
Incorporamos los huevos uno a uno
Mezclar la harina con la levadura, bicarbonato, sal y canela. Reservar
Echamos el resto de ingredientes en el bol de los ingredientes húmedos y mezclamos.
Vamos incorporando poco a poco la harina hasta que la masa se mezcle todo bien

Preparamos el molde y calentamos el horno a 180 grados

Horneamos unos 40 o 50 minutos (aunque eso dependerá del molde y el horno). Habrá que pinchar y mirar que el tenedor salga limpio, como siempre.

Cuando se enfríe lo cubrimos y o rellenamos con la clásica crema de queso fresco (Peggy Porschen lo hace con un buttercream, pero es que ella es muy mantequillosa).


Bueno... y ahora me voy al gimnasio a quitarme lo malo de encima!







lunes, 6 de enero de 2014

Desencanto





Cuando era pequeña, como otros muchos niños, leí el fabuloso libro de Michael Ende  “La historia interminable”. Las palabras que le puedo dedicar desmerecerían por completo el valor que le doy a esta obra. A veces pienso en volverla a leer desde la óptica adulta… pero me da miedo. Miedo al desencanto.

Atreyu y Bastian eran los dos guerreros, en distintos planos de la realidad, que luchaban contra “la nada”. Ese mal que estaba acabando con el Mundo de Fantasía.
Para mí, esa nada es el desencanto. Y la mala noticia es que hace tiempo que está arrasando nuestro país.

Llevo un tiempo inquieta. Con ligeros saltos entre la alegría y la tristeza, sin saber exactamente lo que me pasa. Esta noche no podía dormir y de pronto he pensado en el desencanto…. O en la “Nada”.

Y aquí estoy dejando salir esto que me come por dentro… antes de que llegue al fondo.

A las cuatro de la mañana, me despierto. ¿Qué me pasa? No puedo dormir. Tengo un nudo en el estómago… Y me pongo a pensar en  la cuenta del banco: ¡ostras, vamos a ver que llega la tarjeta, el pago del IVA y no cobro hasta después del 10, el pago de colegios, de dentistas…! Y me pongo a mirar la cuenta a las 4 de la mañana. ¿Es normal? Me respondo a mí misma: no. Y empiezo a tirar del hilo de la angustia: la economía, el sentirse atrapado en un sistema, en una jaula de la que no puedes salir, el desear a veces correr y correr y no parar como el  tonto menos tonto del cine.

Y sigo tirando del hilo de la angustia para sacármelo de dentro y que no me den más arcadas:

·      La política: desencanto absoluto. Tristeza, angustia. Atrapada entre unos y otros que dan bandazos continuos. Personajes corruptos. Nuevas mentes – aún - no corruptas pero a las que no les dejan salir, a las que les pisan las cabezas con insultos absurdos. Discursos de y para borregos…. Y nosotros, como marionetas, al servicio de las absurdeces de turno que se les ocurren a unos y a otros para no tener que enfrentarse entre ellos y hacer su trabajo. En definitiva… desencanto.
·      Educación: desencanto. No voy a hablar de los recortes, los cambios de leyes, etc. Sino de la falta de alternativas. Te vayas a la pública, a la concertada… todo es igual: la implantación del mismo microchip, del mismo sistema en el que todos los niños tienen que pasar por los mismos contenidos y estadios al mismo tiempo, donde los ritmos se marcan verticalmente… Pero eso sí: todos tienen huerto (o una maceta).  Desencanto total y absoluto. Para mi llevar a los niños al colegio es una obligación y no una ilusión.
·      Sociedad: desencanto. Me entristece enormemente cuando veo el efecto que yo llamo “caza de brujas con antorchas”. Por poner un ejemplo, sale una nueva ley (aclaro de antemano que no estoy a favor de muchas de estas leyes, no sea que se me malinterprete), la lectura que se da de dichas leyes es absolutamente parcial y qué hacemos: machacamos y machacamos, insultamos, nos indignamos… en vez de pararnos y decir: ¿nos leemos un poquito mejor de qué va este tema para poder opinar? Si decimos que todos los medios de comunicación tienen un claro sesgo político, ¿porqué entonces tomamos a pies juntillas sus “resúmenes”? ¿Dónde están los matices? ¿Dónde están esas pequeñas reflexiones personales que nos ayudan a ser críticos  e independientes?
·      La economía, los bancos, el maldito dinero que se puede acumular y nos pudre, nos enfrenta, nos mata. Eso sí que es una droga de diseño.
·      Publicidad: para mí la publicidad es el cuento a nivel adulto. Si yo me compro un perfume, quiero la historia para que lo que tengo entre mis manos cobre vida y me haga “SENTIR” o “SENTIRME”. Pero ya no… ya le hemos pillado el truco al marketing, ya sabemos que todas las marcas quieren vender y se produce el desencanto.
·      Los deseos de “Miss Universo” o “deseo la paz y un mundo mejor donde no haya pobreza”: yo lo deseo, y lo desearé hasta que me  muera. Tristemente he perdido la confianza… o me ha invadido el desencanto una vez más.  Deseo que se deje de matar animales para nutrirnos… no nos hace falta, podemos vivir sin ello. Sin embargo yo misma, tras muchos años de vegetariana, me lo han puesto tan difícil que a veces peco contra mis principios… Ya no puedo mirar a un pollo a la cara y decirle cosas bonitas (;)).
·      La igualdad: ¿sabéis cuál es mi mayor desencanto en este sentido? Que todos somos defensores de la igualdad, se critican con fuerza las desigualdades sociales por género, origen o etnia (lo que muchos llaman “raza” pero que  yo tengo absolutamente prohibido por mi sesgo antropológico) pero luego todos – me incluyo, el primer paso es reconocerlo – cometemos grandes injusticias o incoherencias en este sentido. ¡Y no nos damos ni cuenta! Por cierto, tolerancia no es sinónimo de igualdad, o al menos a mí no me gusta cuando me dicen que me “toleran”. Tuve una experiencia terrible en este sentido… Hicimos un estudio para una conocida ONG cuyo nombre voy a omitir. Se supone que eran gente / profesionales que habían dedicados sus carreras a ayudar al prójimo (en el Tercer Mundo). En mi vida he visto a gente tan irrespetuosa con el prójimo, tan, perdonad el simplismo de la palabra: “mala”. Desencanto.

·      Los sueños rotos: ¡cuántos sueños rotos!  ¡Qué daño ha hecho Disney y sus finales felices donde nadie muere, los pobres se casan con príncipes y las princesas no se operan toda la cara porque nacen perfectas!


Podría seguir y seguir… pero esto no es para desencantar más de lo que ya lo estamos. Quiero, del mismo modo que Bastian en “La historia interminable”, aferrarme a ese granito pequeño de arena que queda del Reino de Fantasía.

Opto por luchar  constantemente contra el desencanto en el que estamos sumidos y me estoy equipando con algunas armas como:
·      La improvisación: seguir mis impulsos, mi instinto, hacer lo que me apetece sin frenarme al miedo. Soy una gran “tímida” y ¿de qué me ha servido eso? Sólo para frustrarme. Pero reconozco que me cuesta muuuuucho esfuerzo y energía. Estoy en ello.
·      Energía positiva: reír, reír. Hacer bromas, ser irónica… lo soy… pues más.
·      La ingenuidad: esa mirada de cuando éramos niños, esa alegría, esa magia. Adoro la magia (que no el engaño).
·      Participación activa: abuso mucho del rol de observador que se sitúa desde fuera y no participa. Por ejemplo, voy a una discoteca y no soy capaz de moverme libremente porque lo miro desde fuera y lo veo todo… tan absurdo. Pues bien, lo mío es lo absurdo.
·      Sueños rotos: sé que muchos de mis sueños se romperán… sé que me pueden traer desencantos… Pero no voy a dejar de soñar porque sólo ahí soy dueña del final de la historia.

Y realmente lo que temo es que el desencanto con tantas cosas me nuble y no vea lo bueno. No me voy a poner “ñoña”, no es mi estilo (todos sabemos cuáles son esas pequeñas cosas que no hacen sonreír a diario).

Mi intención es casi como la de los Alcohólicos Anónimos: yo Anabel estoy desencantada con muchas cosas (ahora el resto dice que me quieren y eso). Y llevo 5 minutos sin desencanto!! Enhorabuena Anabel, ¡vamos a por más!

Anda que pensaréis que estoy zumbada… mezclar La historia interminable con los métodos de terapia en grupo… No lo estoy, simplemente lo utilizo todo como “herramienta”, tal y como me enseñó mi querido profesor Ramón Valdés: “la función de todo está en el uso que tú le des, no en lo que te digan que es”.

Podría seguir filosofando (aunque esto ya se parece más a un curso de autoayuda… ¡qué horror!), pero me quedo aquí … por hoy.

Y ahora… ¡me voy a volar con Fujur!!





P.D. Un secreto a voces. Estos pensamientos son tan íntimos que no soy capaz de hablarlos en alto con los que tengo cerca. Sin embargo, me reconforta escribirlos y compartirlos, así consigo que salgan de mí, que se tangibilicen. Espero no haber herido sensibilidades. Mi intención es buena.